La perspectiva feminista en psicoterapia tiene la intención de mostrar una mirada crítica al modelo biomédico de la clínica, partiendo de las epistemologías, metodologías, teorías y luchas feministas.
La idea surge como un reconocimiento a la riqueza de los planteamientos feministas y su aplicación a las prácticas terapéuticas, que por consiguiente aportan una gran fuente de reflexión precisamente sobre la identidad, las relaciones de poder, los afectos, la forma en que se construyen los saberes, la historia y las sociedades.
La psicoterapia feminista es un espacio para pensar y pensarse, para observar nuestras relaciones, acciones y afectos desde una óptica profunda y consciente de nosotrxs mismxs, un espacio para unir los fragmentos, reconocer los sesgos y puntos ciegos de nuestra narrativa; las formas y opresiones que también establecen relaciones de poder en nuestra construcción: las dicotomías mente-cuerpo, saber- sentir, ser-deber, consciente-inconsciente, personal-político, etc.
Las maneras subjetivas en las que vamos encarnando lo que somos y construimos al mismo tiempo en esta macroestructura.
Así que uno de los grandes estandartes del feminismo: lo personal es político, será un pensamiento central para este trabajo.
Kate Millett planteó esta idea como base fundamental para la emancipación de las mujeres, y con ello rompió una de las grandes dicotomías que organizan las relaciones de poder en nuestra vida cotidiana y nos es difícil ver: la gran división entre lo público y lo privado, los espacios delimitados para cada género, y con ellos cada rol y estereotipo que converge a su vez en formas de violencia y estigmatización.
Continuando con este razonamiento, si seguimos pensando en la psicoterapia como un asunto personal que se lleva a cabo en un espacio privado, estaremos ignorando todo el peso de lo político en el malestar que lleva a las personas a buscar nuestro acompañamiento.
En ese sentido, lo político debe concebirse en todas las relaciones de poder: entre cada género, en las relaciones de clase, etnia o identidad sexual y también en la dicotomía saber/poder.
La psicoterapia no está libre de ninguna de las anteriores, y en particular, la construcción del saber/poder que encarnamos tiene grandes implicaciones en nuestra práctica.
Las epistemólogas feministas han hecho un gran trabajo sobre las relaciones de poder en la construcción de conocimiento y han develado los grandes sesgos de los hombres que, basados en el supuesto método científico y en nombre de la ciencia, estudiaron a las mujeres como objetos y no como sujetas, deshumanizando y minimizando su papel en las sociedades.
En la psicoterapia la historia no fue diferente, en sus inicios el conocimiento se desarrolló principalmente por hombres y se estudió a las mujeres desde esa relación de poder, en la que se les mira desde arriba, como un bicho o microbio desde el microscopio.
Asimismo se planteó la idea de normalidad y aquellas mujeres que no entraban en la norma fueron recluidas y etiquetadas como locas.
Además de este pasado tan violento hacia las mujeres, la psicología aún debe cuestionarse otras críticas en relación a la supuesta neutralidad o la objetividad y la necesidad de conocimientos situados libres de relaciones de poder para la construcción de saberes colectivos y conscientes de su origen y representación.
Así que para esbozar una psicoterapia feminista será necesario revisar la historia, los planteamientos teóricos y metodológicos de los feminismos, las posturas políticas, las construcciones que encarnamos y las que habitamos. Para cumplir estos objetivos deberemos recorrer también la historia de la participación de las mujeres en la psicoterapia y las ideas que colocan las bases para estas prácticas.
La finalidad de este análisis es preguntarnos ¿la psicoterapia puede promover la creación de sujetas/xs políticas/xs en lugar de víctimas y personas etiquetadas con un trastorno? ¿Podemos aprender de los feminismos para liberar a nuestra práctica de saberes colonialistas y de los intereses del capitalismo? ¿Somos capaces construir espacios críticos para que produzcan agenciamientos o la abyección? ¿Tendremos oportunidad de incitar a la libertad colectiva y en lugar del individualismo basado en la competencia y el poder sobre?
Considero que si logramos deconstruir la dicotomía mente/cuerpo y le damos más espacio a las corporalidades en la terapia, si reconocemos al cuerpo como ese primer territorio de lucha habitado por emociones construidas socioculturalmente. Si conseguimos que el dolor y sufrimiento puedan mirarse en un sentido político que los transforme en lenguaje y acción como propuso Audre Lorde.
Si podemos visibilizar que las violencias van mucho más allá de un asunto de familia o un “crimen pasional”, si nos atrevemos a ver en la violencia cuestiones estructurales y simbólicas en dónde hay patrones que se repiten performativamente.
Si alcanzamos a hacer consciencia, a construir una reflexión colectiva en cada proceso y nos atrevemos a hacer más preguntas, estaremos cumpliendo el objetivo principal de nutrir la práctica psicoterapéutica con los feminismos. Cada una de estas premisas pretende ser una semilla para la reflexión, esta perspectiva no apuesta por verdades absolutas, la finalidad es crear consciencia personal, colectiva y política; pero además estaremos sembrando semillas para cambiar al mundo, para habitarlo en clave feminista.
Entérate de la últimas novedades en Sorece
Salud mental desde una perspectiva feminista interseccional