Ser psicóloga feminista es tener la claridad de ser acompañante, escucha, testiga, mirada, sonrisa necesaria; a veces espeja. Sorora, aguja de la brújula, a veces Perséfone.
En ocasiones, ser psicóloga feminista es convertirse en gafas moradas rebeldes, necesarias para que las personas consultantes logren cambiar de posición, retornando a si mismas… Hacia el bienestar, la salud emocional, descifrando la culpa. Comprendiendo que el autocuidado es político, porque es ser congruente con una y la colectividad.
Ser psicóloga feminista es sostenerse en una posición ética y política, que si, es parcial: que condena y trabaja erradicar las violencias, que se identifica y celebra en y con las diversidades, que se reconoce en las interseccionalidades.
Ser psicóloga feminista, es estar convencida de que el patriarcado se va a caer, porque lo estamos tirando.
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Salud mental desde una perspectiva feminista interseccional