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El poderoso poder de soñar

El poderoso poder de soñar

Hace un tiempo tuve una conversación con una amiga que me inspiro, durante esa plática no solo pude volver a evocar las sensaciones que han venido a mi cuerpo las veces que he tenido el privilegio de estar parada sobre mis sueños, sino que me regalo la posibilidad de caer en cuenta del peso político que tiene, especialmente para nosotras las mujeres, soñar. 

En una sociedad machista y patriarcal, a las mujeres se nos ha socializado para girar en torno de los demás, se nos educa en el mandato de velar por los vínculos, se nos enseña a mirar el matrimonio y la familia como un logro, se nos enseña que el amor y los sentires de los otros es lo más importante, porque una mujer que dedica su vida a sí misma (a sus sueños, anhelos y sentires) es egoísta. A los varones, por el contrario, se les educa a través del mandato de proveer, lo que supone alinearlos a muy temprana edad a la idea de perseguir una vocación, a identificar sus talentos y habilidades, a ser ambiciosos y perseguir narrativas en torno al éxito y el estatus. 

Si bien, ambos paradigmas traen sus contras para cada género, lo que es un hecho innegable es que, hay un permiso socialmente mejor dado a los varones, cuando se trata de nombrar y construir un camino que les provea de una vocación y de una plataforma en la que se sientan constructores y hacedores de sus deseos y anhelos personales; incluso, un sistema económico que los beneficia desde lugares más ventajosos y/o fáciles.

Por ello me pareció importante reflexionar sobre la importancia que tiene en nosotras las mujeres, identificar nuestros anhelos, sueños, querencias y esperanzas, más allá de las narrativas en torno a la maternidad u otros deberes ser. Entendiendo que, la importancia de pararnos sobre nuestros sueños y hacer en consecuencia de éstos, pasa por dos dimensiones importantes:

Una es a nivel personal, en dónde evaluamos todo lo que está en nuestro nivel de responsabilidad para conseguirlo, examinando e identificando qué queremos, qué nos gusta hacer, cuáles son nuestros intereses, cuál es el camino para conseguirlos y qué estamos dispuestas a hacer para lograrlo. Te dejo algunas preguntas para generar una primera distinción: ¿si solo fueras tu solita, sino tuvieras que preocuparte por nada (o nadie) que te apetecería hacer, a dónde iriás?  ¿Cómo sabe tu cuerpo que está soñando o queriendo lograr/hacer algo? ¿Cómo te avisa tu cuerpo que encontró un interés?

Una segunda dimensión en el camino de nombrar y lograr nuestros sueños es relativa a las implicaciones sociales. No podemos dejar pasar que las mujeres hemos estado limitadas y seguimos limitadas por una serie de opresiones sistémicas y estructurales, esto es, en ocasiones existe el deseo o la querencia, pero no las condiciones sociales o los recursos materiales para lograrlo (el famoso techo de cristal). En otras ocasiones, tomar la iniciativa para ir tras nuestros sueños implica dilemas en nuestras relaciones más cercanas, o bien, conflictos de intereses en nuestros roles, por ejemplo, ser madre vs profesionista. Pregunta para descubrirlo ¿qué pérdidas y ganancias implicaría ir tras de tus sueños? 

Me parece importante hacer saber que la acción de soñar siendo mujer es de un valor político importantísimo, ya que solo a través de éste ha sido posible ganar los derechos y libertades a través de las que hoy podemos vivir una vida más digna. Soñar como verbo y acción, suma a nuestro desarrollo personal, a nuestro sentido de vida, al sentido de valoración por nosotras mismas, y además aumenta el número de mujeres a través de las que podemos vernos reflejadas en las distintas realidades, lo que nutre el inconsciente colectivo, “si ella pudo, yo puedo”. 

Aunque no voy a negar que existen una serie de barreras que pueden obstaculizar nuestro poder de soñar (opresiones) así como condiciones que podrían predeterminarla (la clase social, raza, lugar de origen, orientación sexual, edad, discapacidad, etc), creo que también es importante visibilizar la importancia de no desistir, de resistir al sistema, pero no desde un lugar ingenuo o poco realista. Sino más bien, saber que siempre podemos elegir-elegir inclusive en la aparente no-elección (realidad/circunstancias) ¿cómo? negociando con nuestras realidades en términos de los alcances y recursos propios, buscando maneras de llegar apoyadas de otras compañeras, buscando mujeres referentes en aquello que nos interese lograr, visibilizando las opresiones y las barreras sistémicas, posicionándonos socialmente ante lo que nos sucede, alzando las voz, y en el escenario más complicado, elegir incluso transformar los sueños; soñando desde lo que si podemos movilizar, en donde cada una sea capaz de decidir tomar el costo de soñar, asumiendo las perdidas, pero también las ganancias, porque estar paradas sobre nuestros sueños, nos llena de poder.