En los últimos años, la expresión “casi algo” se ha popularizado para describir vínculos afectivos confusos, los cuales no llegan a consolidarse como relaciones formales, pero que implican intimidad emocional, deseo sexual o incluso rutinas compartidas. Estas relaciones se sitúan en un limbo: no hay un compromiso explícito, pero sí un grado de implicación suficiente para generar expectativas y, muchas veces, dolor.
Son estos vínculos caracterizados por la dinámica en la que una parte quiere más, la otra se ausenta, una busca definir, la otra evade; donde la responsabilidad afectiva por quien genera la expectativa no existe y que con acciones, más que con palabras, esboza la promesa del “algún día seremos pareja”, quien además no habla de lo que realmente piensa y desea, y con todo ello, finalmente nada se concreta, nada se formaliza.
Desde la óptica de aquellos a los que también les llamamos “casi algo” (como adjetivo hacia una persona), les pueden parecer una alternativa moderna a las relaciones tradicionales. Sin embargo, cuando esta manera de relacionarse se mira desde la responsabilidad afectiva y la ética, surgen preguntas incómodas:
¿Quién gana y quién pierde en estos vínculos?
¿A quién beneficia la ambigüedad?
¿Puede realmente haber libertad sin honestidad y cuidado mutuo?
Mari Luz Esteban y la mirada crítica hacia el amor

La antropóloga feminista Mari Luz Esteban ha señalado que el amor, tal como lo vivimos socialmente, está atravesado por estructuras de poder, desigualdades y mandatos culturales. Aunque los casi algo se presentan como “formas libres” y “no normativas”, a menudo reproducen la misma lógica patriarcal del amor romántico: la mujer suele poner más energía emocional, interpretar silencios, esperar definiciones, mientras que el hombre (en relaciones heterosexuales) disfruta de los beneficios de la compañía, el afecto y, muchas veces, la sexualidad, sin asumir un compromiso.
Mari Luz nos invita a pensar que incluso las relaciones “informales” requieren ética y cuidado, porque la falta de acuerdos claros no elimina el impacto emocional. La idea de “no ponerle nombre para que nadie salga herido” es en realidad, una forma de eludir la corresponsabilidad en la experiencia afectiva.
Janet W. Hardy y la honestidad radical

Janet W. Hardy, autora de referencia en sexualidad consensuada y ética relacional, enfatiza que cualquier vínculo —desde una relación monógama tradicional hasta un encuentro casual— necesita honestidad radical. Para Hardy, la libertad sexual y afectiva no puede sostenerse sin comunicación clara y un respeto profundo por los límites y necesidades de la otra persona. En este sentido, muchos “casi algo” fallan no por su falta de etiqueta, sino por su falta de transparencia. Decir “no quiero nada serio” no basta si nuestras acciones —mensajes diarios, intimidad constante, gestos de pareja— transmiten lo contrario. La responsabilidad afectiva implica alinear nuestras palabras y conductas para no confundir ni aprovechar la vulnerabilidad ajena.
Bell hooks: el amor como acción ética

Así, el casi algo puede convertirse en una herramienta para perpetuar la asimetría afectiva: quien menos invierte suele tener más control sobre el vínculo, mientras que quien siente más, espera más y cede más, queda atrapado en la incertidumbre. Hacia una ética feminista de las relaciones Criticar los casi algo no significa afirmar que todas las relaciones deban ser formales o monógamas. Significa reconocer que toda interacción afectiva o sexual necesita cuidado, honestidad y acuerdos explícitos. Desde una perspectiva feminista, esto implica:
- Nombrar y reconocer el vínculo, aunque no siga las formas tradicionales.
- Expresar deseos y límites de manera clara y temprana.
- Evitar conductas que alimenten falsas expectativas.
- Practicar una reciprocidad emocional real, no sólo cuando es conveniente.
- Reconocer el impacto emocional que nuestras acciones tienen en el otro.
En palabras de Hooks, el amor verdadero —y por extensión cualquier relación ética— no puede existir sin justicia. Esto nos recuerda que el cuidado mutuo no es opcional, sino la base de vínculos más libres, dignos y sanos.
Los casi algo revelan que el problema no es la ausencia de etiquetas, sino la ausencia de ética. Mientras sigamos normalizando la evasión de la responsabilidad afectiva bajo la bandera de la “libertad”, estaremos reproduciendo desigualdades emocionales que pesan más sobre quienes han sido históricamente educadas para sostener el vínculo. Repensar estos vínculos desde las aportaciones de Mari Luz Esteban, Janet W. Hardy y Bell Hooks nos ayudan a entender que, si realmente queremos relaciones libres, necesitamos cultivarlas sobre un terreno de honestidad radical, cuidado recíproco y justicia emocional.